En las fincas de Giropoma, la primavera marca el inicio de una etapa clave en el ciclo biológico de los manzanos: la brotación y la floración. Este proceso, que se acontece habitualmente entre finales de marzo y la primera quincena de abril, constituye el punto de partida de la campaña productiva y tiene una incidencia directa en la calidad y cantidad de la cosecha.
Estas vienen condicionadas principalmente por el aumento progresivo de las temperaturas y la prolongación de las horas de luz propias de esta época del año. Estas condiciones favorecen la salida de los primeros brotes y la apertura de las flores, que acontecen esenciales para la futura fructificación.
La floración tiene una relación directa con el potencial productivo de los árboles. Una floración abundante y muy desarrollada representa un mayor número de frutos potenciales. Sin embargo, para asegurar la calidad final de la manzana, es imprescindible realizar la aclarada de los frutos, una práctica que permite controlar la carga productiva y favorecer el desarrollo de los ejemplares mejor posicionados.
El proceso que transforma una flor en una manzana de calidad depende de varios factores clave. En primer lugar, una fecundación correcta es indispensable para que la flor pueda evolucionar en fruto. Posteriormente, el suministro adecuado de nutrientes y agua determinará si el fruto logra la medida y características deseadas.